Todos recuerdan a Neil Armstrong y a Edwin «Buzz» Aldrin. Pero casi todos olvidan al pobre de Michael Collins, el astronauta «pringao» que tuvo que quedarse en la nave orbitando la Luna mientras sus compañeros daban paseos con seis veces menos gravedad que en la Tierra. Pasaba momentos aislado totalmente, sin tener siquiera comunicación con Houston.
Un interesante artículo sobre los malos ratos que pasó (sobretodo pensando en qué pasaría con su vida si sus compañeros no pudieran volver) lo podéis encontrar en Fogonazos y en The Guardian.
De todas formas, aunque mucha gente no le recuerde, en Estados Unidos ha recibido medallas valorando lo difícil que fue su papel en la Apollo 11, ha ocupado varios cargos públicos (incluido el de director del Smithsonian’s National Air and Space Museum) y ha escrito varios libros sobre sus peripecias espaciales.
Los Electrones, en su especial espacial, no se olvidan de Michael.