El vanadio debe su nombre a la diosa Vanadis (también llamada Freyja) la diosa escandinava de la fertilidad y la belleza, esposa de Odín. Fue bautizado por el sueco Nils Gabriel Sefström quien creía haber encontrado un nuevo elemento.
Pero dicho elemento, el que él llamó vanadio (por la belleza de los colores de sus disoluciones), había sido descubierto veintinueve años antes por un español: Andrés Manuel del Río Fernández. Andrés estudió Filosofía, Teología y Literatura en Alcalá de Henares y luego Química y Metalurgia en España, el imperio Austro-Húngaro, Alemania e Inglaterra. Llegó a ocupar la Cátedra de Química y Mineralogía del Real Seminario de Minería en Nueva España (Méjico), fundado por Carlos III y dirigido por Fausto Elhuyar, el descubridor del Wolframio.

Fue precisamente ahí, en Méjico, donde hizo su particular descubrimiento. Estudiando un mineral de plomo (el plomo pardo de Zimapán, hoy llamado vanadinita) pudo observar que producía óxidos, disoluciones y sales de colores muy distintos a los que se producían con otros minerales de plomo. Atribuyó, pues, los cambios a un nuevo metal. En un principio lo llamó «pancromio» pero, debido al color rojo que tomaban sus sales al calentarlas o reaccionar con ácidos lo renombró «eritronio».
El descubrimiento se olvidó por culpa de un análisis erróneo realizado por su amigo Collet-Descotils, un francés que dictaminó que lo que Del Río había encontrado era simplemente cromo impuro.
Así, en 1831 cuando Sefström «descubrió» su «vanadio», el alemán Wöhler comprobó que el nuevo metal era el mismo que había descubierto Andrés Manuel décadas antes. Otros grandes químicos como Berzelius y von Humboldt reconocieron el nombre original del metal y el mérito del catedrático español pero, a pesar de ésto, ha perdurado hasta nuestros días el nombre vikingo.
Cuando supo ésto, Andrés Manuel del Río dijo: «El uso, que es tirano de las lenguas, ha querido que se llame vanadio por no sé qué divinidad escandinava. Más derecho tenía otra mejicana, que en sus tierras se halló hace treinta años«.
Así que ya sabéis. A partir de ahora llamad al vanadio por su nombre. Aunque como bien dijo Del Río, el uso es tirano de las lenguas. Y si en pocos años se estableció la versión escandinava del nombre del elemento… como para erradicarla casi dos siglos después. Ni aunque se ponga a ello la IUPAC lo conseguimos. Ahora dicen que hay que llamar azano al amoniaco…¿quién va a hacer caso a eso? Imagino que sucedería lo mismo si se empeñaran en recuperar el eritronio.
Fuente: «Vocablos olvidados: Eritronio». Diario Médico, 27 de mayo de 2007, página 26.