Muchas veces, cuando tenemos una mancha de grasa en la ropa o en un plato, pasar un poco de agua no basta para lavarla. Es lógico, el agua y el aceite se llevan muy mal. Sin embargo, una gotita de jabón y, ¡tachán!, la mancha desaparece. ¿Por qué ocurre esto?

Esto se debe a la estructura de las moléculas de jabón. Los jabones son sales de ácidos grasos, unas largas cadenas de átomos de carbono con una cabeza rica en oxígeno. Esta cabeza tiene afinidad por las moléculas de agua, es hidrófila. Sin embargo, la «cola» carbonada le tiene miedo, es hidrófoba, y prefiere situarse cerca de las moléculas de aceite y grasa.
Cuando las moléculas de jabón entran en contacto con la grasa, forman unas estructuras conocidas como micelas que, en su interior, atrapan la grasa y, gracias a su parte externa hidrófila, pueden fluir por el agua sin problema.

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