Ha elegido usted gasolina sin plomo

Hace unos años escuchar esta frase en las gasolineras empezó a ser algo normal. Pero, ¿es que antes las gasolinas llevaban plomo? ¿Por qué siguen funcionando sin él? Hoy, en Electrones, respondemos a estas preguntas y te contamos una historia sobre Química, Ecología, Economía y un poquito de controversia, todo en uno. Pero vayamos por partes.

Las gasolinas sí llevaban plomo, ¿para qué?

No llevaban, exactamente, plomo metálico. Contenían un derivado orgánico llamado tetraetilplomo, descubierto en 1854 y olvidado hasta el auge de la industria automovilística. Éste servía de antidetonante, permitiendo una mejor combustión de la gasolina en el motor. Para los que sepáis de motores, el tetraetilplomo aumentaba el octanaje de la gasolina.

¿Por qué dejaron de llevarlo?

Versión oficial, ecológica y verde: el plomo es un metal pesado venenoso. Y esto es verdad. El tetraetilplomo es un compuesto relativamente volátil que podemos acabar respirando, sobre todo cuando los coches no dejaban de escupirlo por los tubos de escape. El plomo, si entra en nuestro cuerpo es muy dañino. Nuestras células y nuestras enzimas lo confunden con el calcio, lo cual es un desastre. Puede acumularse en los huesos y dañar el sistema nervioso causando irritabilidad, dolores de cabeza, coma y la muerte. Se sospecha que Caravaggio murió envenenado por el plomo de sus pinturas y que la mala leche de Beethoven se debía a un edulcorante a base de plomo que se añadía al vino en el siglo XVIII.

Versión oficiosa y controvertida: las gasolinas simplemente dejaron de llevar plomo porque dicho metal envenena los catalizadores de los coches (de los que os hablamos hace unos meses en Electrones) estropeándolos sin remedio. Los catalizadores están hechos de metales muy caros y sería una tontería que la propia gasolina del coche acabara destrozándolos.

¿Cómo funcionan ahora las gasolinas?

Si no llevan plomo, ¿qué llevan de antidetonante? Una molécula orgánica mucho más sencilla y conocida muchísimo antes de 1854: el etanol. El alcohol que os ponéis en las heridas o que nos tomamos cuando salimos de fiesta. Estudios de 1918 probaban que era mucho mejor antidetonante que el tetraetilplomo. Un momento, si era mejor, ¿por qué no se usó desde el principio?

Versión oficial: es mucho más barato producir el tetraetilplomo. Ciertamente, es más complicado producir etanol. A partir del petróleo el método es caro y, si queremos obtenerlo por fermentación y destilación (como suele hacerse para las bebidas) necesitamos grandes cantidades de fuentes de glucosa (patatas, caña de azúcar, cereales…).

Versión oficiosa y controvertida, una vez más: el proceso industrial para fabricar tetraetilplomo estaba patentado. General Motors y EXXON tenían un acuerdo en exclusiva con los laboratorios DuPont, dueños de la patente. Por lo tanto, si el tetraetilplomo se vendía como un antidetonante mejor y más barato, monopolio seguro. Misteriosamente, pasó todos los controles de los institutos de salud americanos a pesar de ser, como hemos dicho, un compuesto altamente tóxico. Pierre du Pont, de hecho, lo había caracterizado como «un líquido incoloro de olor dulzón que se absorbe por la piel y causa, casi inmediatamente, envenenamiento por plomo«. Pero el gobierno no vio nada de malo en él. ¡Qué cosas!

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Nota: el artículo lo he escrito plasmando muchas ideas sobre el tetraetilplomo que he aprendido en distintas asignaturas durante la carrera. Las versiones oficiosas pueden ser pura especulación. Pero, buscando información para completar este artículo me he topado con este otro de The Nation, The Secret History of Lead, que recoge también mucha información y muy detallada sobre el tema de las patentes y de la reciente prohibición. En cuanto a los envenenamientos por plomo de Caravaggio y Beethoven podéis encontrar los links en el texto a los artículos en los que hablan de cómo análisis de los huesos del pintor y del pelo del compositor han demostrado que la cantidad de plomo en su organismo era mucho más grande de la habitual. Determinar si murieron o no por eso quizás sea más complicado.

Biocombustible a base de termitas

Quizás recordéis un artículo sobre el pececillo de plata. Dicho bichito es peculiar porque es capaz de sintetizar celulasa, un enzima que puede romper la celulosa (plantas, papel, madera…) en sus fragmentos de glucosa y a partir de ésta obtener energía.

En ese artículo hablábamos también de lo raro que es que un organismo sintetice sus propias celulasas. De hecho, la mayor parte de seres vivos que se alimentan de vegetales la digieren gracias a enzimas que producen bacterias que viven en sus intestinos. Pero existen, como digo, excepciones. Y una de ellas es la termita marina o «gribble«.

Durante años ha sido la pesadilla de los marineros porque destrozaba las estructuras de los barcos. Pero ahora muchos investigadores (ingleses, sobre todo) le han echado el ojo. La celulosa es el polímero más abundante del mundo. Que el gribble la degrade a azúcar es el primer paso para su posible utilización como biocombustible. Este azúcar es fácilmente convertible a alcohol y éste es la base de los biocombustibles (muy usados en países como Brasil) por un proceso de fermentación alcohólica (como el de la fabricación del vino o la cerveza).

Lógicamente, la idea no es usar madera para degradarla a biocombustible (de ser así apañados iban los bosques) sino aprovechar los desechos de paja, trigo, cebada y otros cereales que no son usados en alimentación.

Una idea para el futuro es preparar catalasas sintéticas en cantidades industriales (hasta ahora sólo se ha producido a escala de laboratorio) para que seamos capaces de degradar tejidos vegetales a glucosa (y a etanol, por tanto) sin tener que recurrir al amigo gribble directa o indirectamente (extrayendo de él la enzima).

Fuente: BBC Mundo
Imágenes: Wikimedia Commons y elaboración propia