Hoy se cumplen 50 años (yo que el otro día cumplí 19 y me parecían ya muchos…) del lanzamiento al espacio del primer satélite artificial. Dentro del programa Sputnik el 4 de octubre de 1957 enviaron a orbitar la tierra este cacharrito del tamaño de una pelota de baloncesto (aunque pesaba algo más).
Estuvo dando vueltas alrededor de la Tierra durante 92 días (recorriendo en total 70 millones de kilómetros, algo menos de la mitad de la distancia al Sol) y por sus cuatro antenas mandaba sus peculiares «señales de vida» a todo aquél que dispusiera de una radio para captarlas. Por aquel entonces, todo el mundo estaba pendiente del bip bip bip de la pelota rusa. El famoso bip bip dio datos de presión, temperatura, los electrones de la ionosfera…
El Sputnik fue un símbolo, fue el comienzo de la carrera espacial que seguiría apenas un mes después con el primer ser vivo en el espacio, Laika, que también lanzaron desde la URSS. Gagarin, Glenn, Armstrong, la MIR. Parece que ahora los rusos y los estadounidenses están del mismo lado, ambos mandan astronautas (y cosmonautas) al proyecto común que es la Estación Espacial Internacional. Aunque Marte no ha sido pisado todavía… ¿quién llegará antes? ¿Será el planeta rojo la próxima etapa de la carrera?
Pero no eclipsemos el mérito ruso. Carreras y competiciones aparte, lo importante es que hace 50 años los soviéticos iniciaron una nueva era de descubrimientos más allá de nuestro pequeño planeta, en el espacio exterior. Y esos avances (y no el quién llega antes a tal sitio o tal otro) son el verdadero motivo por el que hay que felicitar a Sputnik por tirar la primera piedra. Y nunca mejor dicho.